La “izquierda” juchiteca y el radicalismo antieólico…

Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el miércoles 11/Mar/2015]

Los priístas gobernaron Juchitán por más de cuarenta años. Cuatro décadas fueron suficientes para que la sociedad los conociera como “PRI Huela”. El tricolor era sinónimo de obsoleto, debido a que bajo el discurso de revolución institucionalizada estaban los políticos que todo lo venden y todo lo corrompen.

Cuando el PRI comenzó a alejarse de los idearios de Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos; cuando el PRI que fundó la UNAM y el Institutito Politécnico Nacional (IPN) dejó de representar el espíritu de la Revolución que derrocó al caciquismo porfirista se hizo necesario que la vida política se oxigenara.

En los años setentas aparecieron en la región istmeña jóvenes entusiastas, aparentemente preocupados por la suerte de sus paisanos. Con un discurso izquierdista, más cercano al que se recitaba en Nicaragua y en Cuba que al de nuestros abuelos binnigula’sa’, se hicieron notar. 

La estúpida represión les hizo un favor y polarizó a la sociedad juchiteca. Se le sumaron personalidades como Francisco Toledo, Macario Matus y Víctor de la Cruz, intelectuales biennacidos que maquillaron las verdaderas intenciones de los llamados coceístas: el poder por el poder mismo, el quítate-tú-para-ponerme-yo de los oportunistas de siempre. De la noche a la mañana confluyeron en un mismo movimiento social las esperanzas de los campesinos, los obreros y los estudiantes, con la de los aspirantes a políticos profesionales. 

En poco tiempo y con el esfuerzo de la sociedad zapoteca, aquellos muchachos arrebataron el Palacio Municipal a las arcaicas familias priístas. Cumplieron el anhelo de ocupar las oficinas que construyera Pancho León en 1883. Varios muertos costó el sueño.

A final de cuentas los campesinos, obreros y estudiantes quedaron desencantados. Ninguno de sus propósitos se cumplió. Las pocas empresas se marcharon, dejando sin trabajo al obrero; las escuelas superiores disminuyeron la calidad por la ‘grilla’, demeritando las oportunidades de los estudiantes; y el campesino vio morir bajo las balas a su única institución con representatividad jurídica: el comisariado de Bienes Comunales de Juchitán. Sin embargo, los jóvenes aspirantes a líderes ¡sí que lograron sus metas! A cambio de “representar” los intereses del pueblo consiguieron jugosas prebendas. Mientras más radicalizaban el discurso, más dádivas les otorgaba el PRI-Gobierno al que tanto criticaban y al que supuestamente enfrentaban. 

Al poco tiempo lograron alcaldías, diputaciones locales y federales y un par de senadurías. Se hicieron compadres de prominentes políticos priístas. Estuvieron a punto de alcanzar la gubernatura estatal, de no ser por una suculenta negociación en la capital del Estado, que traicionó la confianza de millones de personas que creyeron en un proyecto: el del PRD-COCEI.

La diferencia esencial entre el PRI-Huela y el PRD-PAN-PT-PSD-COCEI es una: los personajes. Mientras que en el PRI otros nombres ocuparon los lugares que dejaban los que se marchaban, en la COCEI continúan los mismos que hace cuarenta años levantaron la falsa bandera de lucha social. Los hijos y nietos de quienes protagonizaron los conflictos electorales de los año setentas siguen escuchando los mismos nombres: Héctor, Leopoldo, Mariano, Roberto…

La táctica es idéntica: recitar un discurso radical a más no poder, para elevar el precio del silencio. Negociar desde una posición de fuerza con los poderosos en turno para llegar a convenientes acuerdos. 

Así lo estamos viendo en la Consulta al pueblo de Juchitán para decidir la instalación o no de un parque eólico en más de cinco mil hectáreas de sus terrenos. Mientras que el 99% de la población calla, algunos líderes “históricos” coceístas hablan fuerte, aparentando obstrucción al proyecto para encabezar la oposición formal; para oficializarla. De esta manera, bien lo saben ellos, la empresa Eólica del Sur los buscará intentando alcanzar un buen acuerdo. Aquéllos harán como que se resisten, pero ante la insistencia de éstos, cederán. ¿A cambio de qué? El tiempo y el pueblo lo dirán, como han contado otras tantas traiciones a las causas más caras de Juchitán.