Energía limpia para todos

Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 25/Feb/2014]

La región istmeña es una de las mejores zonas para generar energía a base de viento. Los ventarrones, de hasta 150 kilómetros por hora, que azotan la planicie costera, hacen propicio cualquier proyecto de producción de energía eléctrica mediante aerogeneradores. 

Lo anterior es una verdad confirmada. Tanto así, que desde hace al menos dos décadas iniciaron los preparativos para sembrar “ventiladores” por doquier. La Ventosa, La Venta, Unión Hidalgo, Ixtaltepec, Ixtepec, Juchitán, son poblaciones que han visto surgir de la nada distintos parques eólicos, algunos en las inmediaciones de sus sitios sagrados.

Sólo un proyecto ha sido cancelado: el de Mareña Renovables en la Barra de Santa Teresa, perteneciente al municipio de San Dionisio del Mar, pero conectado por tierra a la colonia Álvaro Obregón, de Juchitán. 

Afortunadamente la discusión ya no gira en torno a si producir energía eólica es ‘bueno’ o ‘malo’. Para quienes diariamente consumimos electricidad, constituye una incongruencia oponernos a un modo de generar energía limpia. Los argumentos, más bien, van en dirección a la manera en que se están construyendo varios parques eólicos, los beneficios no socializados, y las lagunas legales en torno a la posesión de la tierra.

Mucha gente dice “sí a los parques eólicos”, pero “no a los abusos de las transnacionales”. No hay ninguna contradicción en lo anterior. Pues en ninguna parte se estipula que las torres que producen energía a base del viento tengan que ser extranjeras o que no pueda existir un beneficio social más allá de la renta de la tierra o la contratación temporal de un porcentaje ínfimo de la población.

Hay preguntas elementales que se hace toda la gente: ¿por qué si el Istmo de Tehuantepec está inundado de aerogeneradores, la luz que pagamos es tan cara? Sencillamente, porque quienes la producen en nuestras tierras no lo hacen pensando en un beneficio colectivo o en el aprovechamiento de los habitantes, sino en clientes que ni siquiera viven en la región. Generalmente grandes empresas.
Debemos ir pensando en los mecanismos que permitan que la población local se beneficie directamente de los parques instalados en la zona. Sólo de esta manera podrá legitimarse un megaproyecto que está debilitando el tejido social en pro de satisfacer las necesidades del gran capital.