Sobre ciertos poderes de la gente temerosa

Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el domingo 20/Oct/2013]

Dicen que la gente temerosa no es del todo débil. Aseguran algunos que las personas con un miedo profundo pueden, a veces, evitar calamidades. Y es que, cuentan, todos los seres humanos tenemos una facultad dormida: la de incidir sobre ciertas actitudes o sobre los objetos materiales.

De esta forma es como algunos asustadizos han conseguido que el ladrón cambie de ruta antes de encontrárselo por la calle. Igualmente es como se evitan las mayores catástrofes aéreas. ¿A qué creen que debamos el bajísimo índice de accidentes en los vuelos? Más que a la pericia de los pilotos o al buen estado de las aeronaves, al pavor que provocan las alturas. Ni más ni menos.

Es alrededor del estómago donde surgen los hilos invisibles que permiten proezas. Cientos de estos cables mantienen equilibrada una rueda de la fortuna o una montaña rusa. Nacen de las personas subidas al juego, así como de algunos familiares que observan aterrados desde abajo. A veces, cuando el conductor de un autobús se duerme mientras maneja, el hilo alerta de un pasajero aprensivo despierta a todos, para que juntos detengan el vehículo en su carrera frenética hacia el precipicio. Se ha sabido de casos en que el autobús queda inmóvil justo antes de su llegada al barranco, salvando la vida de muchos. En ocasiones, por el exceso de confianza de los dormilones, éste se despeña.

Hasta hoy se había desacreditado a los fóbicos; y tanto que les debe el mundo... Sin sus profundos temores y consiguientes poderes, todo sería caótico. Ellos mismos buscan la forma de “curarse”, sin percatarse del gran servicio que prestan. Ingenuos. 

Por eso, no todo lo que parece malo lo es; y no siempre deben evitarse los recelos. Quizá baste con disimularlos un poco para salvarse de las burlas. Siempre podrán hallarse medios ingeniosos para esto, como entrelazar los dedos mientras se agitan ágilmente los pulgares, como hacer operaciones aritméticas mentalmente, o escribir un relato “sobre ciertos poderes de la gente temerosa” a más de diez mil pies de altura…