Opinión: Justicia comunitaria en Guerrero

Policía Comunitaria. Fotografía.- La Jornada.


Por Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el jueves 17/Ene/2013]

El Estado de Guerrero es famoso por su gente bravía. De ahí era nada menos que Juan Álvarez, veterano de la Guerra de Independencia y artífice de la Revolución de Ayutla, que expulsó definitivamente de la Presidencia de México a Antonio López de Santa Anna. Guerrero también es tierra de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, líderes guerrilleros que mantuvieron en jaque al Ejército Mexicano por más de un lustro, luchando contra los caciques locales y contra el priísmo nacional.
     Guerrero, como todo el país, ha sido presa de la violencia. La extorsión y el secuestro son males que han golpeado fuertemente a la población rural. Los delitos que antaño eran considerados “sólo contra gente rica”, hoy afectan a todos por igual.  
   Desde Guerrero se están divulgando noticias de la exitosa labor de la policía comunitaria de varias poblaciones campesinas. Apenas ayer, el diario La Jornada publicó un interesante reportaje que trata de la manera en que se están organizando los guerrerenses. 
   ¿Por qué razón la gente está tomando la justicia en sus manos? ¿A qué se debe que ciudadanos antes tranquilos, hoy asuman actitudes defensivas? La respuesta es muy obvia: cuando las instancias obligadas a procurar seguridad no cumplen cabalmente con su misión, los habitantes se ven orillados a actuar.
    El tema de la autodefensa es más complejo de lo que pudiéramos creer a simple vista. No basta con reprochar las medidas extremas que toman los pueblos y ciudades hartos de la delincuencia. Si bien, teóricamente, la sociedad crea los mecanismos institucionales para resguardarse, cuando éstos son inoperantes o cuando se han vuelto un estorbo, ¿tiene derecho la misma sociedad de utilizar la fuerza? Es una pregunta difícil. Más todavía, cuando la experiencia demuestra que allí donde se aplican penas severas, los índices delictivos bajan.
    El fenómeno de las autodefensas, o en casos extremos los linchamientos, no son exclusivos de las zonas donde existe mucha violencia o de zonas rurales. Pocos lo saben, pero la Delegación más segura del Distrito Federal es aquella que reporta más intentos de ajusticiamiento: Milpa Alta, al sur de la Ciudad de México. La gente de los poblados que conforman dicha Delegación reacciona severamente ante la más mínima transgresión, a pesar de saber que viven en lugares excepcionales, donde casi no se reportan delitos. Aquí se ve una clara relación entre justicia comunitaria y poca delincuencia. Las personas de Milpa Alta podrían argumentar que es precisamente por la cero tolerancia que demuestran, por lo que no hay delitos en su demarcación.
     El asunto de la justicia por mano propia, puede considerarse desde diversos enfoques. Si lo vemos desde el punto de vista del infractor, podríamos decir que se violan las garantías individuales o hasta que se comete un delito al asumir facultades exclusivas del Poder Judicial. Pero si lo miramos desde la óptica del ciudadano cansado de robos, asaltos, violaciones y asesinatos contra inocentes, podríamos afirmar que es un método radical efectivo, pues disuade a otros delincuentes de realizar sus fechorías. 
     Los abogados quizás se molesten, pero hay que reconocer que mientras las leyes bajo las que ahora nos regimos continúen siendo ineficaces y privilegien al delincuente, nos hallaremos ante nuevos intentos de organización policial propia. No se culpe a los habitantes de las poblaciones del sureste por tomar la justicia en sus manos. Antes bien, intenten los organismos de seguridad cumplir con su trabajo y, en última instancia, procuren los gobernantes cumplir con el suyo, creando fuentes de empleo y condiciones óptimas para un sano desarrollo. Únicamente atacando el problema de forma integral podremos terminar con la delincuencia, la pobreza y la ignorancia que nos aquejan, y que son origen de muchos de los males sociales que hoy padecemos.